Recuerdo la imagen en donde con mi carro estacionado meditaba y oraba antes de entrar a mi trabajo. Con música inspiracional en alto volumen, me preparaba emocionalmente para una “guerra espiritual”. Sin duda este escenario es uno conocido por muchos. Independientemente de las razones o el lugar, es muy común enfrentarnos a situaciones en donde sabemos de antemano que nos espera un ratito “duro”.
Así como unos cargan gracia y amor, otros cargan resentimiento y malicia. Como polos opuestos, batallas espirituales se desatan. ¡Qué difícil es oponerse a la maldad! Nuestra humanidad desesperada nos llama a planificar una defensa. Las mejores palabras… el mejor argumento. Pero pausa, respira, y “estaciónate” un momentito.
La realidad es que la malicia atrae malicia. Caminar en dirección opuesta implica escoger vivir bajo la luz. La idea de ser Cristiano jamás debe de interpretarse como cobardía o debilidad. Yo me atrevo a caminar entre gente maliciosa, y con mi frente en alto vivo convencida de mi segura victoria.
Sea tangible o no, inmediata o postergada, los hijos de Dios siempre ganan. Ganan porque sus vidas andan ligadas a propósitos divinos. Estos propósitos son perfectos, y por ende intencionalmente buenos. La malicia intencional no tiene parte en nuestras vidas. Nos puede rodear, nos podrá hasta arropar, pero jamás nos va a hundir.
En Filipenses 2:12 Dios nos dice “Yo trabajo en Ti, y te doy tanto el deseo como también el poder para que hagas lo que a mi me agrada”. Ser intencional es desear y también actuar. En palabras simples Dios te invita a ser: “Intencionalmente bueno”.
No porque mi humanidad me lo permite, sino porque Dios mismo deposita tal virtud somos victoriosos. Llénate de valor y camina con la seguridad inmovible que de que no habrá malicia ni tiniebla alguna que se interponga entre sus hijos y su prometida herencia…
Colaboradora de Encuentros TV y Co-Autora de "Etapas Divinas"
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